I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.
Oremos…
Que las palabras de mi boca y las meditaciones de nuestros corazónes sean aceptables delante de ti, Señor, fortaleza nuestra y redentor nuestro. Amén.
Una de las razones por las que contamos
historias de las Escrituras es para ver dónde se conectan nuestras historias
con la historia de Dios y para ver los lugares donde Dios ha estado trabajando
en las historias de otros para que podamos reconocer dónde Dios está trabajando
también en nuestras propias vidas.
El evangelio de hoy nos invita a una parte de la historia de María. Contada por Lucas, sigue inmediatamente a la anunciación cuando el ángel Gabriel se le apareció a María y le dijo que daría a luz al hijo de Dios y ella respondió diciendo:
“Aquí estoy, la sierva del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1:38 NVI).
En el evangelio de hoy, María ha viajado a la casa de su pariente mayor Elizabeth.
Su encuentro es alegre y el Espíritu Santo le revela a Elizabeth la identidad del bebé que María está esperando. Elizabeth clama con una bendición para María y María estalla en una canción.
Antes de hablar más sobre su canción, el Magnificante, me pregunto sobre la historia de María hasta este punto.
Algunos de nuestros himnos y villancicos describen a María como “humilde y dulce” y se la pinta en los retratos renacentistas de la Virgen y el Niño como serena y pacífica, contemplando al niño en sus brazos. La música y las imágenes reflejan su aceptación pacífica y humilde de su lugar en esta historia que escuchamos en su respuesta al ángel.
En otras partes, cuando se cuenta su
historia, el enfoque se centra en lo afortunada que fue de que José
permaneciera con ella, enfatizando la vergüenza que puede recaer sobre una
madre soltera.
Es posible que la vergüenza la haya llevado a viajar a la casa de su pariente y aún más probable que, a pesar de su respuesta confiada a Gabriel, María estuviera llena de incertidumbre e incluso miedo. Se habría preguntado cómo José o sus padres entenderían y temio castigo e incluso ser apedreada por una acusación de adulterio.
Su historia nos enseña que la fe tiene espacio tanto para la confianza en Dios como para la aprensión ante lo desconocido.
Pero me pregunto, ¿qué otras historias podríamos imaginar para María?
María y Elizabeth comparten con entusiasmo la noticia de su embarazo y su asombro por lo que Dios ha prometido. No hay rastro de consternación ni inter-cambio de cumplidos super-ficiales, sino una alegría profunda y genuina. María tiene esperanza y está esperando, confía en lo que Dios ya ha hecho. Su canción hace eco a la de Hanah y los salmistas, recurriendo a la tradición y las Escrituras que habrían estado escritas en su corazón.
Al escuchar las palabras de su hermosa canción de resistencia y redención, un colega imaginó a María como “joven, luchadora y hambrienta”, como Hamilton en la canción “Mi oportunidad” del musical del mismo nombre. Aunque era solo una joven de entre doce y dieciseis años, María parecía ver con claridad y hablar con sabiduría.
Nombró las formas en que Dios ya ha cuidado de los humildes, hambrientos y pobres, recordando los actos poderosos de Dios conocidos en las Escrituras.
María entendió que Dios estaba cumpliendo las promesas de Dios a su pueblo en el niño que llevaba en su vientre. María creía que la misericordia y la salvación de Dios estaban encarnadas, hechas carne, en su hijo.
Por supuesto, la historia habría resultado muy diferente si ella hubiera dicho “No” cuando Gabriel le habló. Dios nos diseña con libre albedrío; seguramente, María podría haber huido y haberse escondido de los mensajeros de Dios. Pero no lo hizo.
Ella coopera con Dios, participando en lo que Dios le pide que haga, y nos da este cántico, donde declara lo que sabe, hablando de las acciones de Dios en el pasado y reclamando la promesa de Dios para el futuro.
Al proclamar “mi alma engrandece al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador”, María dirige nuestra atención a Dios y a las acciones de Dios por nosotros.
En Jesús, la salvación de Dios ya está realizada: nada nos separa del amor de Dios que nos reconcilia con Dios mismo y nos devuelve la vida. Cuando algunas partes de nuestra historia nos impiden ver por nosotros mismos cuán profundamente nos ama Dios, María nos invita a su historia y nos recuerda que lo inesperado siempre está cerca.
Oremos…
Dios Santo,
Gracias por la historia de María, la madre de
nuestro Señor Jesús, para que podamos ser testigos de la profundidad de tu amor
por nosotros.
Tu historia es una que siempre nos invita a
ser nosotros mismos.
Danos curiosidad por la historia de cada persona para que seamos testigos de tu gracia y tus dones en ellos. Ayúdanos a encontrar conexiones con Tu historia para que podamos reconocer dónde estás activo en nuestras vidas incluso ahora. Oramos en el nombre de Jesús. Amén.
One reason we tell stories from Scripture is to see where our stories connect to God’s story and to see the places where God has been at work in the stories of others so that we might recognize where God is at work in our own lives, too.
Today’s gospel invites us into one part of Mary’s story. Told by Luke,
it immediately follows the annunciation when the angel Gabriel appeared to Mary
and told her she would bear the son of God and she responded by saying,
“Here am I, the servant of the Lord; let it be with me according to your word.” (Luke 1:38 NRS)
In today’s gospel, Mary has traveled to her older relative Elizabeth’s home. Their meeting is joyful and the Holy Spirit reveals to Elizabeth the identity of the baby whom Mary is carrying. Elizabeth cries out with a blessing for Mary and Mary bursts into song.
Before I talk more about her song, the Magnificat, I wonder about Mary’s story up to this point.
Some of our hymns and carols describe Mary as ‘meek and mild’ and she is painted in Renaissance portraits of the Madonna and Child as serene and peaceful, gazing at the child cradled in her arms. The music and images reflect her peaceful and humble acceptance of her place in this story that we hear in her response to the angel.
Elsewhere when her story is told, the focus is on how fortunate she was that Joseph remained with her, emphasizing the shame that can be placed on an unwed mother. It’s possible that shame would have driven her to travel to her relative’s house and even more likely that, despite her confident response to Gabriel, Mary was filled with uncertainty and even fear. She would have wondered how Joseph, or her parents would understand and feared punishment and even stoning for a charge of adultery. Her story teaches us that faith has space for both trust in God and apprehension about the unknown.
But I wonder what other stories we could imagine for Mary?
Mary and Elizabeth exuberantly share the news of their pregnancies and their awe at what God has promised. There’s no hint of dismay or exchange of superficial pleasantries but deeply felt, genuine joy. Mary is hopeful and expectant, trusting what God has already done. Her song echoes that of Hannah and the psalmists, drawing on tradition and Scripture that would have been written on her heart.
Hearing the words of her beautiful song of resistance and redemption, one colleague imagined Mary as “young, scrappy and hungry” like Hamilton in the song “My Shot” in the musical by the same name. While only a young woman between 12 and 16, Mary seemed to see clearly and spoke with wisdom. She named the ways that God has already cared for the lowly, hungry and poor, recalling God’s mighty acts known in Scripture.
Mary understood that God was fulfilling God’s promises to God’s people in the child she carried. She believed that God’s mercy and salvation were incarnate – made flesh – in her child.
Of course, the story would have turned out very differently if she had said, “No.” when Gabriel spoke to her. God designs us with free will; surely, Mary could have run away and hidden from God’s messengers. But she didn’t.
She cooperates with God, participating in what God asks her to do, and she gives us this song, where she declares what she knows, speaking of God’s actions in the past and claiming God’s promise for the future.
Proclaiming “my soul magnifies the Lord and my spirit rejoices in God my Savior,” Mary directs our attention to God and God’s actions for us. In Jesus, God’s salvation is already accomplished – nothing separates us from the love of God who reconciles us to God’s self and restores us to life. When parts of our stories make it impossible for us to see for ourselves how deeply God loves us, Mary invites us into her story and reminds us that the unexpected is always at hand.
Let us pray…
Holy God,
Thank you for the story of Mary, the mother of our Lord Jesus that we
may witness the depth of your love for us.
Your story is one that forever invites us to be our full selves.
Give us curiosity about each person’s story that we would witness your grace
and gifts in them. Help us find connections to Your story so that we can
recognize where You are active in our lives even now. We pray in Jesus’ name. Amen.
No comments:
Post a Comment