I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.
Marcos 9:30-37
Oremos…
Que las palabras de
mi boca y las meditaciones de nuestro corazón sean aceptables ante ti, Señor,
fortaleza nuestra y redentor nuestro. Amén.
Hace poco estaba hablando con unos amigos y
alguien dijo que estar en relación con los demás significa que debemos estar
abiertos a que cambien nuestras mentes. No aferrarnos demasiado a nuestras
propias ideas. Estar dispuestos a aprender algo nuevo sobre los demás, y tal
vez sobre nosotros mismos. Yo añadiría que es importante saber cuándo decir:
“No sé”.
En el evangelio de hoy, Jesús ha estado
hablando a sus discípulos sobre la muerte que sufrirá y sobre la resurrección
que presenciarán. Ellos no entienden y tienen miedo de preguntarle qué quiso
decir. Luego, mientras viajan, Jesús los escucha discutiendo. Pero cuando les
pregunta sobre qué están discutiendo, no responden. Nuevamente, tienen miedo.
No han aprendido la lección de decir: “No
sé”. En cambio, simulan que entienden, y luego se distraen con objetos
brillantes y relucientes y discuten sobre asuntos triviales.
Jesús no los regaña ni los sermonea, pero sí
los desafía. Les dice: “El que quiera ser el primero, que sea el último de
todos y el servidor de todos” (v. 35). Y luego levanta a un niño y lo toma en
sus brazos.
En el mundo del primer siglo, si bien sus
padres y familias los amaban, los niños no tenían estatus, poder ni derechos.
Eran “los últimos” en la sociedad. La declaración de Jesús sobre ser “el
servidor de todos” está encarnada en un niño.
Ciertamente, los niños pequeños, como los
discípulos, pueden ser egoístas y egocéntricos. Pueden ser imprudentes como
Pedro a menudo lo es. Pero esos no son los rasgos que elogiamos en los niños.
En cambio, celebramos su inocencia y
confianza, su facil alegría y curiosidad , y su disposición a responder con
amistad y compasión.
Mi hermano cuenta la historia de cuando le
hizo una pregunta a nuestra madre cuando tenía casi cinco años después de
escuchar a una maestra de la escuela dominical hablar sobre cómo todos vieron a
Jesús morir en la cruz. Cuando salían de la iglesia ese día, le preguntó a
nuestra madre: "¿Cómo fue para ti? ¿Cómo te sentiste, mientras estabas de
pie entre la multitud, viendo morir a Jesús?" (Implicando, por supuesto,
que ella era mucho mayor que sus veinticuatro años).
Recuerdo cuando mi hija iba al jardín de niños o “kínder” y la maestra
me preguntó qué quería que pasara. Recuerdo haberle dicho a la maestra que le
encantaba aprender y que no quería que su experiencia en el salon de clases arruinara eso.
Una madre cuyo hijo menor tiene autismo contó
la historia de cómo, el primer día de clases, un nuevo compañero lo había
ayudado con la mochila al final del día, en lugar de ignorarlo.
En la Iglesia, enseñamos sobre las señales
del discipulado y los frutos del Espíritu Santo, pero a veces, la respuesta a
la pregunta: “¿Cómo es una vida fiel?” es aún más simple. Curiosidad, alegría y
compasión, todo basado en el amor de Dios por cada uno de nosotros.
Martín Lutero retoma las palabras de Cristo
en su escrito“Sobre la libertad del cristiano”, donde escribe:
“Un cristiano es un señor perfectamente libre
de todos, no sujeto a nadie. Un cristiano es un siervo perfectamente obediente
de todos, sujeto a todos, sujeto para todos”. [i]
Debemos servir a los demás,
entrando en cada día con medidas de gratitud y humildad que nos den la libertad
de acompañar o caminar junto a los demás, viéndolos como amados de Dios, para
escuchar con curiosidad y responder con compasión.
En el evangelio de hoy, los discípulos nos
brindan una imagen de lo que no es seguir fielmente a Jesús: tener miedo,
permanecer en silencio en lugar de hacer
preguntas,
discutir y ser egoísta y egocéntrico.
En su epístola, Santiago nos insta a vivir
con “la mansedumbre que nace de la sabiduría” (3:13) en lugar de caer presos de
la envidia, la ambición egoísta, la jactancia y la mentira. (3:14) Se necesita
disciplina para resistir las conductas y actitudes del mundo que nos rodea,
para renunciar al mal, al diablo y a los poderes de este mundo que desafían a
Dios, que se rebelan contra Dios y nos alejan de Él. Más que eso, se
necesita que Cristo obre en nosotros, a través de la fe.
Cuando seguimos a Jesús con fe, con la
curiosidad, alegría y compasión de los niños, ya no nos centramos en lo que el
mundo nos dice que es importante: prestigio, poder, influencia y dinero; en
cambio, nos centramos en aquellos a quienes Cristo ama, compartiendo el amor
infinito de Dios con los demás e invitándolos a que vivamos juntos.
Oremos.
Dios bueno y misericordioso,
Gracias por tu Hijo Jesús y por atraernos
hacia Ti.
Danos poder para resistir aquellas cosas que
nos separarían de Ti y ayúdanos a tener una fe como la de los niños.
Llénanos de Tu Espíritu para que amemos y
sirvamos a los demás.
Oramos en el nombre de Jesús.
Amén.
Mark 9:30-37
Recently I was talking with friends and someone said that being in relationship
with others means we must be open to having our minds changed. To not hold too
tightly to our own ideas. To be willing to learn something new about others,
and maybe about ourselves. I would add that it’s important to know when to say,
“I don’t know.”
In the gospel for today, Jesus has been telling his disciples about the
death he will suffer and about the resurrection they will witness. They don’t
understand and they’re afraid to ask him what he meant. Then, while they are traveling,
Jesus overhears them arguing. But when he asks them what they are arguing
about, they don’t answer. Again, they are afraid.
They haven’t learned the lesson to say, “I don’t know”. Instead, they
pretend they understand, and then they get distracted by bright, shiny objects
and argue about trivial matters.
Jesus doesn’t scold them or lecture them, but he does challenge them.
He says, “Whoever wants to be first must be last of all and servant of all.”
(v. 35) And then he lifts up a child, taking the child into his arms.
In the first century world, while they were loved by their parents and
families, children had no status, power or rights. They were “the least” in
society. Jesus’s statement about being “the servant of all” is embodied in a
child.
Certainly, small children, like the disciples, can be selfish and
self-centered. They can be reckless like Peter often is. But those aren’t the
traits we praise in children. Instead, we celebrate their innocence and
trust, their easy joy and curiosity, and their readiness to respond with
friendship and compassion.
My brother tells the story of asking our mother a question when he was
almost five years old after hearing a Sunday School teacher speak about
everyone watching Jesus die on the cross. When they were leaving church that
day, he asked our mom, “What was it like for you? How did you feel, as you
stood in the crowd, watching Jesus die? (Implying, of course, that she was much
older than her twenty-four years.)
I remember when my daughter was going to kindergarten and the teacher
asked what I wanted to see happen next. I remember telling the teacher that she
loved learning, and I didn’t want her classroom experience to spoil that.
A mom whose youngest son has autism told the story of how, on the first
day of school, a new classmate had helped him with backpack at the end of the
day, instead of ignoring him.
In the Church, we teach about marks of discipleship and fruits of the
Holy Spirit, but sometimes, the answer to the question, “What does a faithful
life look like?” is even simpler. Wonder, joy and compassion, all grounded in
God’s love for each one of us.
Martin Luther picks up Christ’s words in his essay “On the Freedom of a
Christian” writing,
“A Christian is a perfectly free lord of all, subject to none. A
Christian is a perfectly dutiful servant of all, subject of all, subject to
all.”[i]
We are to serve others, entering into each day with measures of
gratitude and humility that give us the freedom to
accompany or walk beside others, seeing them as God’s beloved, to listen with
curiosity and to respond with compassion.
In today’s gospel, the disciples provide us with a picture of what
faithfully following Jesus isn’t:
being fearful,
remaining silent instead of asking questions, and
bickering and being selfish and self-centered.
In his epistle, James urges us to live with “gentleness born of wisdom”
(3:13) instead of falling prey to envy, selfish ambition, boasting and lying.
(3:14) It takes discipline to resist the behaviors and attitudes in the world
around us, to renounce evil, the devil, and the powers of this world that defy
God, rebel against God and draw us away from God. More than that, it takes
Christ working in us, through faith.
When we follow Jesus in faith, with childlike wonder, joy and
compassion, we no longer focus on what the world tells us is important –
prestige, power, influence and money; instead, we focus on those whom Christ
loves, sharing God’s boundless love with others and inviting them into life
together.
Let us pray.
Good and gracious God,
Thank you for your Son Jesus and for drawing us to You.
Empower us to resist those things that would separate us from you, and
help us have childlike faith.
Fill us with Your Spirit that we would love and serve others.
We pray in Jesus’ name.
Amen.
[i] Martin
Luther, “On the Freedom of a Christian”.