Oremos…Que las palabras de mi boca y las meditaciones de nuestros corazones sean gratas a tu vista, Señor, fortaleza nuestra y redentor. Amén.
Esta semana, en mis clases de español, hemos estado hablando sobre desastres naturales: terremotos y tsunamis, huracanes, inundaciones y sequías.
Aunque tuvimos el huracán el pasado septiembre y los incendios forestales a principios de esta primavera, nunca había experimentado un terremoto. Es decir, hasta una mañana de hace unas semanas, cuando estaba en la cocina y la casa empezó a temblar.
Al principio, pensé que la secadora se había desequilibrado. Pero luego me di cuenta de que el suelo bajo mis pies temblaba. Los gabinetes vibraron y, casi tan repentinamente como había comenzado, todo, se detuvo y volvió el silencio. Tuve mi primera experiencía con un terremoto.
Además, en las noticias, hemos escuchado informes de terrores provocados por un hombre: violencia armada en lugares tan cercanos como Asheville y Hickory; ataques antisemitas en Colorado y hace unas semanas en Washington, D.C.; un ataque contra trabajadores humanitarios en Sudán y la retención de ayuda a los palestinos en Gaza.
Hay mucha incertidumbre y miedo, y sé que me resulta difícil saber cómo responder a la violencia que presenciamos en el mundo.
Como escuchamos en la lectura de los Hechos de esta mañana, no estamos solos. Los discípulos también experimentaron una conmoción.
Si bien a menudo usamos una vela para simbolizar la presencia del Espíritu de Dios entre nosotros, el texto sugiere que no es tan benigno. El Espíritu llega a los discípulos como un viento violento y en fuego.
No pasara despercibido.
No será ignorado.
Y nada volverá a ser igual.
Esta no es la primera vez que se menciona al Espíritu de Dios en las Escrituras.
No es la primera vez que el Espíritu de Dios ha sido dado a su pueblo.
Sin embargo, en las historias anteriores a esta, el Espíritu solía ser más particular e individual, y ahora es colectivo y comunitario.
La semana pasada, un grupo de nosotros estuvimos en Greensboro para la asamblea del Sínodo de Carolina del Norte de la ELCA. Allí tuvimos servicios, aprendizaje, compañerismo y elecciones, incluyendo la elección de una nueva obispa sinodal, la reverenda Emily Hartner. Grace envió a seis personas a la asamblea sinodal y, en total, participaron más de 600 personas en persona. El tema de la asamblea, sabiendo todo lo que se decidiría, fue "Dios esta llamando". Cantamos y oramos antes de tomar las decisiones y escuchamos la guía de Dios durante toda la asamblea. Fue un tiempo lleno del Espíritu Santo, alegre, a veces bullicioso y siempre sagrado, compartido en comunidad con el pueblo de Dios.
El titular principal de la asamblea sinodal fue la primera elección de una mujer para el cargo de obispa en Carolina del Norte. La ELCA ha ordenado mujeres durante cincuenta y cinco años, y esta fue la primera vez que una mujer se encontraba entre las tres candidatas finales de nuestro sínodo. De hecho, ¡ese Espíritu Santo, no tan gentil, sopló con tanta fuerza que las tres finalistas fueron todas mujeres! Les contaré más sobre la obispa electa Emily más adelante.
Pero su elección no fue el único evento que el Espíritu inspiró en la asamblea sinodal:
Tuve el privilegio de comisionar a cuatro laicos que han estudiado y practicado el oficio de predicar y que ahora serán enviados a predicar en congregaciones.
También aprobamos una resolución pidiendo a nuestros líderes eclesiales y congregaciones que defiendan activamente la labor de los Servicios Luteranos de Carolinas y las operaciones de reasentamiento de refugiados.
Celebramos otra nueva congregación; hace dos años, fue la Comunidad Amada de Cristo, bilingüe en inglés y español, cerca de Winston-Salem, y esta vez fue Emmaus, una congregación afrodescendiente en Kannapolis.
Y durante todo el evento, dimos gracias a Dios por los continuos ministerios del pueblo de Dios en tantos lugares diferentes aquí en Carolina del Norte, en todo el país y el mundo.
Nuestro texto y nuestras experiencias nos muestran cómo el Espíritu Santo viene a nosotros para sacarnos de la complacencia, despertarnos a la transformación y revitalizarnos, restaurando nuestra confianza en la presencia de Dios entre nosotros y en sus promesas. No es un momento dócil, doméstico ni silencioso, sino bullicioso y festivo a medida que despertamos a lo que Dios hace posible en, a través de y entre nosotros.
¡Gracias sean dadas a Dios!
It will not be ignored.
And nothing will be the same.
No comments:
Post a Comment