I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.
Oremos… Que las palabras de mi boca y las meditaciones de nuestro corazón sean aceptables ante tus ojos, oh Señor, fortaleza nuestra y redentor nuestro. Amén.
El evangelio de hoy es la historia de la Ascensión: cuarenta días después de la resurrección, Jesús se despide definitivamente de los discípulos que lo acompañaron a lo largo de su ministerio terrenal.
Aunque Lucas es el único escritor del evangelio que incluye un relato de la Ascensión, hay escolares que dicen que este día es tan importante como la natividad, la crucifixión e incluso la resurrección.
En el nacimiento, vemos cómo Dios viene a la tierra como
un ser humano que experimentará todos los altibajos que ofrece la experiencia
mortal.
La crucifixión exige que veamos cómo nosotros mismos
somos cómplices del rechazo del amor de Dios por nosotros.
Y la resurrección nos asegura que el pecado y la muerte nunca tendrán la última palabra; que Dios es victorioso sobre todas las cosas.
Pero la historia cristiana no termina con la resurrección.
Si bien escuchamos promesas similares de Jesús en el evangelio de Juan, el relato de Lucas sobre la Ascensión es la primera vez en los evangelios sinópticos (los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas) que se nos promete que el Espíritu de Dios estará con nosotros después de que Jesús se haya ido de nuestro vista.
La promesa que se da es que Dios enviará “poder de lo alto”, el mismo Espíritu de Dios, el Espíritu Santo. (v. 49) y que los discípulos o seguidores de Jesús serán revestidos de este poder.
Cuando escucho la promesa de que seremos revestidos de este poder de lo alto, recuerdo cómo Jesús, después de su propio bautismo y tentación en el desierto, “regresó en el poder del espíritu” para comenzar su ministerio terrenal. (Lucas 4) Y también escucho un eco de las palabras de la acción de gracias por el bautismo que recuerda: “Todos los que son bautizados en Cristo están vestidos de Cristo” o “están revestidos de Cristo”. (ELW 280; Gálatas 3:27)
Uno de los dones del bautismo en nuestra comprensión luterana es que se trata de la acción de Dios por nosotros. Recuerde, ¡Dios recibe todos los verbos!
Dios es quien nos llama hijos de Dios,
y Dios es quien nos equipa para la vida como discípulos.
Nos presentamos y recibimos el don de este sacramento, para ser llamados hijos de Dios.
El bautismo es el comienzo de nuestra vida de fe, y regresamos a la comunidad de creyentes, y especialmente a la mesa, para ser nutridos en esa fe, una y otra vez.
En el Pequeño Catecismo, Martín Lutero enseña que el Espíritu Santo es Quien nos llama, nos santifica y nos mantiene en la fe. No es posible por nuestro propio entendimiento o fuerza, sino sólo por la obra de Dios en nosotros.
En el evangelio, cuando Jesús promete que recibiremos el poder del Espíritu
Santo,
nuevamente se nos recuerda que es Dios quien nos transforma,
y nos hace testigos de todo lo que Dios hace posible.
El poder que se nos ha dado es Dios obrando a través de nosotros.
Nunca es poder sobre los demás, para avergonzarlos o
coaccionarlos.
Y nunca es por nuestro propio interés.
Siempre se nos da poder para compartir con otros que
ellos sabrán que el amor de Dios es para ellos también.
Es el poder que vemos cuando Jesús derriba barreras y
crea una bienvenida más amplia.
Es el poder que vemos cuando Jesús sana a los que han
sido expulsados y ama a los que han sido ignorados.
Es el poder de Dios obrando a través de nuestras palabras y acciones, a través de nuestras voces, nuestras manos y nuestros pies.
En el siglo dieciseis, Santa Teresa de Ávila fue una noble española de raíces judías. [i] Fue una Monja carmelita y mística, escribió las siguientes palabras que creo que son una comisión del Día de la Ascensión para nosotros y para todos los que seguimos a Jesús:
Cristo no tiene
ahora ningún cuerpo, excepto el tuyo.
No hay manos,
ni pies en la tierra, excepto los tuyos.
Tuyos son los
ojos con los que mira.
Con compasión en este mundo.
Al reflexionar sobre lo que significa para nosotros estar revestidos del Espíritu Santo y el poder de Dios, que siempre seamos Cristo para aquellos con quienes nos encontremos.
Oremos…
Santo Dios,
Gracias por tu Hijo Jesús que nos muestra lo que puede ser tu reino aquí en
la tierra.
Ayúdanos a recordar siempre que nunca nos dejas ni nos abandonas.
Tu Espíritu Santo prometido está con nosotros, fortaleciéndonos y
capacitándonos para ser tus testigos en el mundo y mostrar a otros tu
amor.
Ayúdanos a vivir como tus discípulos.
Amén.
[i] https://en.wikipedia.org/wiki/Teresa_of_%C3%81vila
Today’s gospel is the story of the Ascension: forty days after the resurrection, Jesus says a final farewell to the disciples who have accompanied him throughout his earthly ministry.
Although Luke
is the only gospel writer who includes an account of the Ascension, there are
scholars who say this day is just as important as the nativity, the
crucifixion, and even the resurrection.
In the
nativity, we see how God comes to earth as a human who will experience all the
highs and lows that mortal experience offers.
The
crucifixion demands that we see how we ourselves are complicit in rejecting
God’s love for us.
And the resurrection assures us that sin and death never get the last word; that God is victorious over all things.
But the Christian story doesn’t end with the resurrection.
While we hear similar promises from Jesus in John’s gospel, Luke’s account of the Ascension is the first time in the synoptic gospels – the gospels of Matthew, Mark and Luke -that we are promised God’s Spirit will be with us after Jesus is gone from our sight.
The promise that is given is that God will send “power from on high”, the very Spirit of God, the Holy Spirit. (v. 49) and that Jesus’ disciples, or followers, will be clothed with this power.
When I hear the promise that we will be clothed with this power from on high, I recall how Jesus, after his own baptism and temptation in the wilderness, “returned in the power of the spirit” to begin his earthly ministry. (Luke 4) And I also hear an echo of the words from the thanksgiving for baptism that remembers, “All who are baptized into Christ have put on Christ” or “been clothed with Christ”. (ELW 280; Gal. 3:27)
One of the gifts of baptism in our Lutheran understanding is that it is all about God’s action for us. Remember, God gets all the verbs!
God is the one who calls us children of God,
and God is the one who equips us for life as disciples.
We show up, and we receive the gift of this sacrament, to be called children of God.
Baptism is the beginning of our life of faith, and we return to the community of believers, and especially to the table, to be nourished in that faith, again and again.
In the Small Catechism, Martin Luther teaches that the Holy Spirit is the One who calls us, makes us holy and keep us in faith. It is not possible by our own understanding or strength, but only by God working in us.
In the
gospel, when Jesus promises that we will receive the power of the Holy Spirit,
we are again
reminded that it is God who transform
us,
and makes us witnesses of all that God makes possible.
The power that is given to us is God working through us.
It is never
power over others, to shame them or to coerce them.
And it is
never for our own self-interest.
It is always
power that is given to us to share with others that they would know God’s love
is for them as well.
It is the
power we see when Jesus breaks down barriers and creates a wider welcome.
It is the
power we see when Jesus heals those who have been cast out and loves those who
have been ignored.
It is the power of God working through our words and actions, through our voices, our hands and our feet.
In the sixteenth century, Saint Teresa of Avila was a Spanish noblewoman with Jewish roots.[i] A Carmelite nun and a mystic, she wrote the following words that I believe are an Ascension Day commission for us and for all who follow Jesus:
Christ has no body now, but yours.
No hands, no feet on earth, but yours.
Yours are the eyes through which he looks
With compassion on this world.
As we reflect on what it means for us to be clothed with God’s Holy Spirit and the power of God, may we always be Christ to those whom we meet.
Let
us pray…
Holy God,
Thank you
for your Son Jesus who shows us what your kingdom can be here on earth.
Help us
always remember you never leave us or forsake us.
Your
promised Holy Spirit is with us, strengthening us and empowering us to be your
witnesses in the world, and to how others your love.
Help us live
as your disciples.
Amen.
[i]
https://en.wikipedia.org/wiki/Teresa_of_%C3%81vila
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