My sermons and reflections. I am a pastor in the ELCA. Posts before June 2014 are reflections on life during my theological education and internship (2008-2013). Posts from June 2014 - January 2022 are my sermons from Ascension Lutheran Church in Shelby, NC. I began serving at Grace Lutheran Church in Hendersonville, NC in February 2022 and began leading and preaching in Spanish in April 2023.
Sunday, April 28, 2024
Fifth Sunday of Easter (Quinto Domingo de Pascua)
I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.
Oremos…
Que las palabras de mi boca y las meditaciones de nuestros corazones sean aceptables a tu vista, oh Señor nuestra fuerza y nuestro redentor. Amén.
En esta parte del Evangelio de Juan, Jesús está hablando con sus discípulos al comienzo de lo que llamamos "el discurso de despedida". Aquí Jesús está tratando de preparar a los discípulos para el momento en que no estará físicamente con ellos. Y comienza diciendo: "Soy la verdadera vid, y mi padre es el viñador". (15:1)
Estaba pensando en esas palabras el viernes cuando escuché a una amiga describir su emoción por poder plantar las plantas de tomate que había crecido desde las semillas. He escuchado la misma euforia de otros amigos de jardinería cuando los bulbos que plantaron en el otoño empujan por el suelo y muestran sus colores brillantes.
Dios es viticultor, jardinero o agricultor. Al escuchar a mis amigos jardineros, imagino el deleite y la anticipación de Dios, como Aquel que nos crea y nos observa crecer y vivir.
Imagino a Dios de esa manera me hace preguntarme:
¿Cuál es la imagen de Dios que llevas contigo?
No tengo mucho talento para la jardinería. Las plantas que he logrado mantener vivas son resistentes, pero he aprendido algunas cosas que ayudan a completar esta imagen de Dios como viticultor o jardinero.
Los jardineros no plantan semillas estropeadas ni cultivan malas hierbas. No sabotean las plantas que cuidan. Recolectan desechos vegetales, cáscaras de huevos y granos de café para obtener abono que se convierte en tierra fértil.
No les agrada que una planta carezca de alimento: luz solar o agua; en cambio, observan atentamente que las plantas estén prosperando y cambian y se adaptan para cuidarlas cuando no es así. Cuando amenaza una helada, los jardineros asaltan los armarios de lino en busca de sábanas para cubrir las plantas tiernas, y cuando hay sequía, usan barriles de lluvia y aspersores para mantenerlas regadas.
Cuando vemos a Dios como un viticultor, un jardinero o un agricultor, podemos imaginarnos a Dios cuidando la vid y las ramas, deseando que hagan aquello para lo que fueron plantados: dar fruto. Después de todo, no hay otra razón para cuidar una vid. Crecen de forma salvaje e indómita por sí solas.
Cuando Jesús dice que Dios quita las ramas que no dan fruto y poda las que sí, es fácil escuchar un juicio duro o inflexible, especialmente si la imagen que tienes de Dios es la muy común de Dios como un juez enojado o un capataz exigente. Un Dios que está pendiente de nuestros fracasos o errores. Un Dios cuyo amor depende de nuestros esfuerzos o logros.
Pero Jesús no está hablando de juicio, sino de identidad. Dios es el viticultor, Jesús es la vid y nosotros somos los pámpanos. Las ramas existen para florecer y hojear o dar fruto. Si las ramas se marchitan, se cortan para que las ramas que aún están vivas puedan florecer. La madera muerta puede provocar incendios, propagar enfermedades y atraer insectos dañinos. La poda fortalece las ramas vivas, asegurándose que obtengan lo que necesitan.
Recuerde en Lucas doce donde Jesús dice:
27 Considerad los lirios, cómo crecen: no trabajan ni hilan; Sin embargo, os digo que ni siquiera Salomón con toda su gloria se vistió como uno de ellos. 28 Pero si así viste Dios a la hierba del campo, que hoy está viva y mañana se echa en el horno, ¿cuánto más a vosotros… (Lucas 12:27-28)
Dios viñador nos ha plantado a cada uno de nosotros, atiende nuestras necesidades y nos viste en el bautismo.
No me sorprendería que la imagen de Dios que llevas contigo sea diferente. Al tratar de comprender el amor de Dios, los cristianos a menudo ponemos todo tipo de límites a Dios. El don gratuito de la gracia nos parece una tontería. He conocido a muchas personas a quienes les han dicho que han decepcionado a Dios o que Dios no los ama por algo que hicieron o dejaron de hacer; personas que tienen miedo de Dios y no pueden creer que Dios los ama.
Pero Dios es un Creador amoroso que se deleita en ustedes, que los llama buenos y quiere que florezcas y des frutos.
Dios te quiere tanto en la viña que Dios envió a Jesús al mundo para que sepamos cuánto nos ama Dios. No hay nada que podamos hacer para ganarnos el amor y el perdón de Dios. Ninguna cantidad de trabajo, lucha o esfuerzo importa. Dios viñador nos cuida con ternura y amor, dándonos esta gracia porque Dios sabe que no podemos vivir sin ella.
Oremos…
Dios bueno y misericordioso,
Gracias por tu Hijo Jesús que nos injerta en la vid en la que viviremos;
Ayúdanos a confiar en tu cuidado y provisión, creyendo que tu amor y perdón son para nosotros;
Fortalécenos para que podamos prosperar y dar frutos, mostrando a otros cómo es la vida en Cristo.
Oramos en el nombre de nuestro Señor y Salvador Jesús.
Amén.
John 15:1-8
In this part of John’s gospel, Jesus is talking to his disciples at the beginning of what we call “The Farewell Discourse”. Here Jesus is trying to prepare the disciples for the time when he will not be physically with them. And he begins by saying, “I am the true vine, and my Father is the vinegrower.” (15:1)
I was thinking about those words on Friday when I heard a friend describe her excitement about getting to plant the tomato plants she had grown from seeds. I’ve heard the same elation from other gardening friends when the bulbs they planted in the fall push up through the ground and show off their bright colors.
God is a vine grower, gardener or farmer. Listening to my gardening friends, I imagine God’s own delight and anticipation, as the One who creates us and watches us grow and live.
Picturing God that way makes me wonder,
What is the picture of God you carry with you?
I don’t have much of a green thumb. The plants I’ve managed to keep alive are hardy but I have learned some things that help fill out this picture of God as the vinegrower or gardener.
Gardeners don’t plant spoiled seed or cultivate weeds. They don’t sabotage the plants they tend. They collect vegetable waste, egg shells and coffee grounds for compost that turns into rich soil. They don’t delight when a plant starves for nourishment – sunlight or water; instead, they carefully watch to see that the plants are thriving and they change and adapt to care for them when they aren’t. When a frost threatens, gardeners raid linen closets for bedsheets to cover tender plants, and when there’s drought, they use rain barrels and sprinklers to keep them quenched.
When we see God as a vinegrower, a gardener or farmer, we can picture God tending the vine and the branches, wanting them to do what they’re planted to do ̶ to bear fruit. After all, there’s no other reason to tend a vine. They grow wild and untamed all on their own.
When Jesus says that God removes the branches that don’t bear fruit and prunes those that do, it’s easy to hear harsh or unyielding judgment, especially if the picture you hold of God is the all-too-common picture of God as an angry judge or a demanding task master. A God who is watching for our failures or mistakes. A God whose love depends on our efforts or accomplishments.
But Jesus isn’t talking about judgment, so much as identity. God is the vinegrower, Jesus is the vine and we are the branches. Branches exist to flower and leaf or bear fruit. If branches wither, they’re cut off so that the branches that are still living can flourish. Deadwood can trigger fires, spread disease and attract harmful insects. Pruning strengthens the living branches, making sure they get what they need.
Remember in Luke 12 where Jesus says,
27 Consider the lilies, how they grow: they neither toil nor spin; yet I tell you, even Solomon in all his glory was not clothed like one of these. 28 But if God so clothes the grass of the field, which is alive today and tomorrow is thrown into the oven, how much more will he clothe you… (Luke 12:27-28 NRS)
God the vinegrower has planted each one of us, tends to our needs and clothes us in baptism.
I wouldn’t be surprised if the picture of God you carry with you is different. Seeking to understand God’s love, we Christians often put all kinds of limits on God. The free gift of grace sounds like foolishness to us. I’ve met a lot of people who have been told they have disappointed God or that God doesn’t love them because of something they’ve done or failed to do; people who are afraid of God and cannot believe God loves them.
But God is a loving Creator who delights in you, who calls you good and wants you to flourish and bear fruit.
God wants you in the vineyard so much that God sent Jesus to the world that we may know how much God loves us. There is nothing we can do to earn God’s love and forgiveness. No amount of toiling or spinning or striving matters. God the vinegrower tenderly and lovingly cares for us, giving us this grace because God knows we cannot live without it.
Let us pray…
Good and gracious God,
Thank you for your Son Jesus who grafts us onto the vine that we will live;
Help us trust your care and provision, believing your love and forgiveness are for us;
Strengthen us that we may thrive and bear fruit, showing others what life in Christ looks like.
We pray in the name of our Lord and Savior Jesus.
Amen.
Sunday, April 21, 2024
Fourth Sunday of Easter
During our last two confirmation classes, we have been learning about God’s commandments. We talked about how the commandments aren’t weapons that God uses against us, but that they create healthy boundaries for our relationships with God and with each other. Anne Marie shared with our youth how the cross reminds us that we are in relationship with God and with each other. We talked about how the vertical beam is the connection between us and God, and the horizontal beam is the connection between all of us as God’s children.
One of the challenges of teaching about faith is that sometimes faith and our religious practices can feel abstract or disconnected from our everyday lives. It can feel like being a Christian is only about having a particular set of beliefs, following specific instructions or rules, or that it’s only part of Sunday morning. But faith is never so compartmented. God is with us in every part of our lives. And faith is never merely intellectual, it is always a matter of the heart, and while it is never private, it is always personal.
Today, the prophet Isaiah makes sure we know that the Lord speaks to each one of us, particularly. And, as the Lord speaks, the language is personal. The Lord is not speaking in vague generalities, but directly to those whom he has created.
The Book of Isaiah is divided into three parts, and our reading is from the second section. These chapters, from 40 to 55, are addressed to Israel as they remain in exile in Babylon and contain hope and encouragement for the people of God.
In the very first verse of our reading, we hear God’s assurance, “Do not fear, for I have redeemed you; I have called you by name, you are mine.” (43:1)
Author Madeleine L’Engle
writes this about naming,
“To name is to love. To be Named is to be loved.” [i]
When God says God names us, God names us God’s own - beloved, forgiven, and free. Just as in baptism, at the font, God makes us God’s own children, and adopts us into God’s family, Isaiah says that God names us and we belong to God.
Naming is powerful.
L’Engle tells the story of how her name sometimes was taken from her when an interviewer addressed her by her first name, although they really didn’t know each other. But she also writes warmly of times when her readers would write to her, “Dear Madeleine” because they felt like she had given them the gift of her name through the books she had written.[ii]
We see
the power of naming in Scripture, too:
God
renames Abram and Sarai as Abraham and Sarah when God establishes God’s
covenant with them (Genesis 17);
Jacob
is renamed Israel, “the one who strives with God” when he wrestles with God at
Peniel (Genesis 32:29);
Simon
is renamed Peter by Jesus (John 1:42);
and, of course, Saul encounters Jesus on the Damascus Road and, from then on, is called Paul. (Acts 13)
In the text from Isaiah, our naming and belonging comes with a promise. Twice in our reading today, God commands us, “Do not fear.”
If we do not know who we are or whose we are, we have lots to fear because we cannot know where to place our trust. Every day our news feeds and socials are saturated with opinions about what, or whom, we should fear.
But our
identity as God’s children helps us know who we belong to,
and to
whom we are obedient.
Being a disciple is about learning how to live as a child of God. [iii]
Earlier today we celebrated Ellie’s baptism and welcomed her into the family of God. Her parents and godparents made promises to her, and, as a congregation, we made promises to her, to help her grow and live in the Christian faith and life. As we make those promises, we remember that baptism is only the beginning of a faith-filled life. It is a starting point.
In our
daily lives, we continue to return:
to the
water where we remember our own baptisms;
to Scripture
where we hear the word of God;
to the
table where we are nourished and receive the Lord’s Supper; and,
to this faith community where we live together among God’s faithful people.
The God who created us and names us loves us and redeems us so that we can live as children of God. Not just today, but every day.
Let us
pray…
Good
and Gracious God,
We
give thanks for your abundant love that makes us your precious children.
Give
us confidence that we belong to you.
May we
trust in You and not be afraid.
Help us live in obedience to Your Word and live faithfully as your children.
We pray in Jesus’ name. Amen.
[i] Madeleine L’Engle. Walking on Water, 130.
[ii] ibid,
126.
[iii] Mike
Breen. Covenant and Kingdom: The DNA of the Bible. 3DM. Kindle Edition.
Sunday, April 14, 2024
Third Sunday of Easter (Tercer Domingo de Pascua)
I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.
Que las palabras de mi boca y las meditaciones de nuestro
corazón sean aceptables ante tus ojos, oh Señor, fortaleza nuestra y redentor
nuestro. Amén.
¡Hace apenas dos semanas celebramos la Pascua y nos alegramos de que Cristo haya resucitado!
(¡En verdad ha resucitado! ¡Aleluya!)
¿Y ahora que?
Bueno, en cierto modo el tiempo se ha detenido.
El evangelio de hoy tiene lugar esa primera noche después de la resurrección, inmediatamente después de que los otros discípulos encontraron a Jesús en su camino a Emaús. Esos discípulos regresaron a Jerusalén, se unieron al resto de los discípulos y les contaron a todos lo que había sucedido en el camino. (24:35)
Nuestra historia de hoy sigue el mismo patrón que la historia de Emaús. [i]
Los discípulos encuentran a Cristo Resucitado (24:36b);
Jesús ofrece una explicación de lo que están viviendo, mostrándoles las manos y los pies
(24:39-40);
Jesús come con los discípulos (24:42-43);
Y los discípulos son iluminados, ya que sus “mentes se abren para entender las Escrituras” (24:45).
Una de las cosas que me tranquiliza de esta historia es que Lucas nos
dice que los discípulos “se sobresaltaron y aterrorizaron, y pensaban que
estaban viendo un fantasma”. (24:38)
En el mundo antiguo había muchas cosas que no se sabían, ¡pero ciertamente sabían que los muertos permanecen muertos!
Entonces, por supuesto, fue aterrador ver a la persona que sabían que había sido asesinada en la cruz y enterrada en una tumba prestada, parada entre ellos.
En su confusión y miedo, no entendían lo que estaban viendo. Estaban
desorientados y asustados.
¿Los engañaban sus ojos? ¿Fue un truco o una trampa? ¿Era un impostor? ¿Un fantasma?
Y luego, mientras escuchaban a Jesús y comenzaban a dejar que su gozo se apoderara de ellos, Lucas nos dice que incluso entonces, todavía estaban incrédulos y maravillados. (24:41)
Con esta aparición de resurrección, se nos recuerda que no es necesario que tengamos todas las respuestas. Los discípulos que estaban allí con Jesús y lo vieron en la carne, todavía estaban turbados por lo que no podían explicar o no sabían.
No tenemos que entenderlo todo. La fe no es un ejercicio intelectual, sino una cuestión del corazón. Y ser discípulo o seguir a Jesús no significa que no tendremos preguntas ni dudas.
Las últimas palabras de Jesús a los discípulos aquí son: "Ustedes son testigos de estas cosas". (24:48)
No es una pregunta. No es una invitación.
Es una declaración: “Ustedes son testigos de estas cosas”.
Podemos pensar, seguramente, que Dios seguramente podría encontrar a
alguien más, alguien que tenga más fe, menos dudas, menos miedo y más asombro.
O podemos pensar que no sabemos lo suficiente; después de todo, es un desafío entender lo que dicen las Escrituras.
Pero a los discípulos y a nosotros, Jesús dice:
“Ustedes son testigos de estas cosas”.
Somos testigos porque Dios nos invita a entrar en su propia historia.
Y eso es suficiente.
Basta que podamos contar a los demás nuestros propios encuentros con Cristo Resucitado. Los momentos en los que hemos estado confundidos y asustados, o llenos de dudas, y Jesús nos ha encontrado allí.
Podemos contarles a otros cómo Jesús nos ha ayudado a comprender las promesas de las Escrituras que nos dicen que Dios nos hace hijos de Dios (1 Juan 3:2) y que Dios nos invita a tener una relación.
Podemos contarles a los demás cómo nos alimentamos en la mesa del Señor para este camino de fe, y cómo vemos a Jesús revelado al partir el pan alrededor del altar, en las comidas de hermandad y en nuestra comunidad.
Podemos contarles a los demás cómo nuestras vidas han sido transformadas por el amor de Dios por nosotros, que nos redime y santifica.
La resurrección significa que la historia no termina en la tumba. La muerte no tiene la última palabra. Jesús vive, y porque él vive, nosotros también seguimos teniendo vida nueva en Cristo, amados y perdonados.
Gracias a Dios.
Amén.
[i] Lucy Lind Hogan. “Commentary on the Third Sunday of Easter”. Workingpreacher.org.