Sunday, November 10, 2024

Lectionary 32B

I preached this sermon in the Spanish service; the English translation is below.

Marcos 12:38-44

Oremos…Que las palabras de mi boca y la meditación de nuestro corazón sean gratas delante de ti, Señor, fortaleza nuestra y redentor nuestro. Amén.

“No tengas temor”. (1 Reyes 17:13)

Estas palabras se repiten a lo largo de las Escrituras. Las escuchamos por primera vez cuando el Señor le habla a Abram (Génesis 15:1) y son repetidas, una y otra vez, por Dios y los enviados de Dios. La última vez es cuando Juan de Patmos relata haberlas oído dichas por “uno como el Hijo del Hombre” en Apocalipsis. (Apocalipsis 1:17)

Y una y otra vez, son seguidas por la promesa de que Dios actuará, que el reino de Dios vendrá, que Dios no ha olvidado las promesas de Dios a su pueblo.

Hoy escuchamos al profeta Elías decir estas palabras.

Elías había estado viviendo de la comida que le traían los cuervos y del agua de un wadi, o arroyo, pero el agua se había secado. Una sequía hizo que el agua y la comida escasearan.

Pero Dios envía al profeta a una viuda en Sarepta, un pueblo fuera de Israel, prometiéndole que lo alimentará. Cuando Elías se encuentra con la mujer, ella le dice que ella y su hijo solo tienen un poco de harina y aceite, y se están preparando para comer lo que tienen y luego esperar a morir.

En el mundo antiguo, la gente creía que el rey podía controlar la lluvia, por lo que una sequía era una señal del fracaso del rey. El rey también era responsable del bienestar de las viudas y los huérfanos, por lo que cuando la viuda le dice a Elías que ella y su hijo se están muriendo de hambre, es otra señal del fracaso del rey.

Pero Elías sabe que su confianza no está en los líderes del mundo, sino en Dios, y Dios lo ha enviado a la viuda. Confía en la provisión de Dios para él. Su confianza surge de su obediencia a seguir la dirección de Dios. Su obediencia surge de su confianza en la fidelidad de Dios a lo largo de las generaciones hacia el pueblo de Dios. Surge de saber que pertenece a Dios.

Entonces le dice: “No tengas temor”.

Y la jarra de comida no se agota, ni falta el aceite , y la viuda, su hijo y Elías comen muchos días más.

En el evangelio nos encontramos con otra viuda. No está en casa, sino en público, donando al tesoro. El tesoro era un lugar en un patio fuera del templo donde la gente podía hacer ofrendas voluntarias para apoyar el templo, como el plato de ofrendas que tenemos sobre la mesa aquí.

Jesús está en los atrios del templo, enseñando a una gran multitud y observando a la gente depositar sus ofrendas en el tesoro.

Y mientras observa, advierte a su audiencia contra los líderes religiosos que son como actores que desempeñan un papel. Saben qué decir y cómo vestirse, pero sus palabras y acciones son vacías. Dan desde un lugar de comodidad y tranquilidad, sin sacrificar nada ni arriesgar nada.

Cuando Jesús ve a una viuda depositar dos pequeñas monedas de cobre, les dice a sus discípulos que “[ella] ha depositado más que todos [los demás]”.

Jesús dice que el regalo de la viuda era un regalo sacrificial, no, como los regalos que muchos de nosotros hacemos, dando de lo que sabemos que podemos prescindir, sino dando de lo que Dios nos ha dado primero, confiando en la providencia de Dios para ella.

Estos personajes no nos dan un modelo fácil de seguir.

Elías y las dos viudas confían en la providencia de Dios. Su confianza surge de su obediencia a seguir la dirección de Dios. Su obediencia surge de la confianza en la fidelidad de Dios a través de las generaciones hacia el pueblo de Dios. Proviene de saber que pertenecemos a Dios.

Por supuesto, el mundo moderno tiene un mensaje diferente. Nos dice que somos responsables de asegurar nuestro futuro a través de nuestros propios esfuerzos. Almacenar, ahorrar y protegernos de nuestros enemigos. Mirar hacia dentro y poner nuestra confianza en los líderes que vemos en la plaza pública. El mundo nos pide que le demos a los humanos autoridad sobre nuestras vidas y nos enseña a ver el mundo a través del lente de la escasez y el miedo.

Pero Dios nos enseña que en Cristo no recibimos “un espíritu de esclavitud para volver al temor, sino… un espíritu de adopción”. El Espíritu da testimonio de que somos hijos de Dios. (Romanos 8:15-16)

Somos a quienes Jesús se dirige cuando dice: “32 No tengan miedo, manada pequeña, porque a su Padre le ha placido darles el reino”.

La Palabra de Dios nos invita a tener una visión diferente del mundo, donde nos sometamos a Dios y veamos el mundo como Dios lo ve, a través del lente de la abundancia y la obediencia.

La escasez no es una realidad del Reino; es una construcción humana que Elías rechaza y que la viuda en el tesoro del templo niega. En cambio, Dios nos promete la plenitud de la vida (Juan 10:10). Sus historias nos recuerdan que el “poder vivificante de Dios puede transformar situaciones de derrota, desesperación y muerte”.i

“El Reino -o Reinado- de Dios es una realidad que está más allá de nuestra percepción…”ii Y en lugar de tratar de controlarlo, diseñarlo o dominarlo, Dios nos llama a caminar en sumisión, humildad y obediencia, mientras esperamos su realización, en el tiempo de Dios, no en el nuestro.

Oremos…

Dios bueno y misericordioso,

Te damos gracias por nuestro pan de cada día,

por lo que necesitamos para vivir en la plenitud de la vida.

Ayúdanos a rechazar las cosas que no dan vida,

las cosas que nos separan de ti.

Enséñanos a confiar en tu provisión y en la vida que nos das.

Que tu Espíritu Santo nos guíe a dar generosamente de todo lo que tenemos.

Envíanos a compartir tu amor con todas las personas que conozcamos.

Oramos en el nombre de Jesús.

Amén.



[i] Walter Brueggemann. Smith & Helwys Bible Commentary on First and Second Kings. 217.

[ii] Mike Breen. Covenant and Kingdom: The DNA of the Bible. 3DM. Kindle Edition.



 

Mark 12:38-44

Let us pray…

May the words of my mouth and the meditations of our hearts be acceptable in your sight, Lord, our strength and our redeemer. Amen.

“Do not be afraid.”

These words are repeated throughout Scripture. We first hear them when the Lord speaks to Abram (Genesis 15:1) and they are repeated, again and again, by God and those sent by God. The last occurrence is when John of Patmos recounts hearing them spoken by “one like the Son of Man” in Revelation. (Revelation 1:17)

And time after time, they are followed by the promise that God will act, that God’s kingdom will come, that God has not forgotten God’s promises to God’s people.

Today we hear the prophet Elijah speak these words.

Elijah had been living on the food that ravens brought him and the water of a wadi, or stream, but the water had dried up. A drought made water and food scarce.

But God sends the prophet to a widow in Zarephath, a town outside Israel, promising that she will feed him. When Elijah meets the woman, she tells him that she and her son only have a little meal and oil, and they are preparing to eat what they have and then wait to die.

In the ancient world, people believed that the king could control the rain, so a drought was a sign of the king’s failure. The king also had responsibility for the welfare of widows and orphans, so when the widow tells Elijah that she and her son are starving, it is another sign of the king’s failure.

But Elijah knows that his trust is not in the leaders of the world, but in God, and God has sent him to the widow. He trusts in God’s provision for him. His trust comes out of his obedience to follow God’s direction. His obedience comes from his confidence in God’s faithfulness throughout generations to God’s people. It comes from knowing that he belongs to God.

So, he tells her, “Do not be afraid.”

And the jar of meal does not get emptied, and the oil does not fail, and the widow, her son and Elijah eat for many more days.

In the gospel we meet another widow. She isn’t at home, but in public, donating to the treasury. The treasury was a place in a courtyard outside the temple where people could make freewill offerings to support the temple, like the offering plate we have on the table here.

Jesus is in the temple courts, teaching a large crowd, and watching people put their offerings in the treasury.

And as he watches, he warns his audience against the religious leaders who are like performers playing a role. They know what to say and how to dress, but their words and actions are empty. They give from a place of comfort and ease, not sacrificing anything, or risking anything.

When Jesus sees a widow put in two small copper coins, he tells his disciples that “[she] has put in more than all those [others].”

Jesus says that because the widow’s gift was a sacrificial gift, not, as many of us do, giving from what we know we can spare, but giving from what God has first given us, trusting in God’s providence for her.

These characters don’t give us an easy model to follow.

Elijah and both widows trust in God’s providence. Their trust comes out of their obedience to follow God’s direction. Their obedience comes out of confidence in God’s faithfulness throughout generations to God’s people. It comes from knowing that we belong to God.

Of course, the modern world has a different message. It tells us that we are responsible for securing our future through our own efforts. Stockpile, save and protect ourselves against our enemies. Turn inward and put our trust in the leaders whom we see in the public square. The world asks us to give humans authority over our lives and teaches us to see the world through the lens of scarcity and fear.

But God teaches us that in Christ, we do not receive “a spirit of slavery to fall back into fear, but … a spirit of adoption.” The Spirit bears witness that we are children of God. (Romans 8:15-16)

We are the ones that Jesus addresses when he says, “32 ‘Do not be afraid, little flock, for it is your Father’s good pleasure to give you the kingdom.”

The Word of God invites us to have a different vision of the world, where we submit to God and see the world as God sees it, through the lens of abundance and obedience.

Scarcity is not a Kingdom reality; it is human construction that Elijah rejects and that the widow at the temple treasury denies. Instead, God promises us the fullness of life (John 10:10). Their stories remind us that God’s “life-giving power can transform situations of defeat, despair, and death.”[i]

“The Kingdom - or Kingship - of God is a reality just beyond our perception….”[ii] And instead of trying to control it, engineer it or dominate it, God calls us to walk in submission, humility and obedience, while we wait for its realization, in God’s own timing, not our own.

Let us pray…

Good and Gracious God,

We give you thanks for our daily bread,

for what we need to live in the fullness of life.

Help us reject the things that are not life-giving,

the things that separate us from you.

Teach us to trust in Your provision and the life you give us.

May your Holy Spirit lead us to give generously of all we have.

Send us out to share Your love with everyone we meet.
We pray in Jesus’ name.

Amen.



[i] Walter Brueggemann. Smith & Helwys Bible Commentary on First and Second Kings. 217.

[ii] Mike Breen. Covenant and Kingdom: The DNA of the Bible. 3DM. Kindle Edition.


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